elpais.com.CARLOS MARCOS (extracto). Madrid
01-oct-2010
Dios, qué angustia. La banda ya estaba en el coqueto escenario del Palacio Municipal de Congresos. Solo faltaba él. Unas grandes pantallas se abrieron al fondo como en mar Rojo y unas letras luminosas daban la noticia, como si nadie lo supiera: "Camilo Sesto", se leía. El público, que lleno el recinto (unas 2.000 personas), aplaudió a las letras hasta romperse las manos. Otra compuerta se movió y, entonces, apareció. Tenía que subir una pequeña escalera, sus piernas flaquearon y sufrió un leve tropezón. Las manos del público, que seguían aplaudiendo, se paralizaron entonces. Dios, qué angustia. Fue solo un segundo. Camilo se enderezó y terminó de sortear las escaleras hasta con cierta gracia. Para entonces la platea ya se había convertido en un pabellón psiquiátrico. Y todavía no había empezado el concierto.
Pero urgen las presentaciones. Por un lado, Camilo Sesto, 64 años, 20 de ellos sin actuar en la capital, 50 millones de discos vendidos, seguramente la primera gran estrella musical de nuestro país, cuando todavía el derecho a la huelga era solo un anhelo. Por el otro lado, un público chocante, compuesto por señoras y señores aparentemente pudientes, que miraban con curiosidad a la facción más joven de la audiencia, que la había. En otro flanco se encontraban los devoradores de la cosa rosa, que anoche cambiaron el plan: en lugar de quedarse en casa viendo Sálvame Deluxe prefirieron (por unos módicos 50 euros) presenciar algo mucho más auténtico.
Alaska y su pareja, Mario Vaquerizo, no se lo perdieron (faltaría más). Tampoco otros músicos, como Pastora Soler o Alejo Stivel, voz de Tequila, que aportó un dato revelador: "Tequila estábamos en la misma oficina de mánager que Camilo Sesto. Sería mediados de los setenta. Nadie le llamaba por su nombre: todo el mundo se refería a él como 'La Estrella". La infanta Margarita, hermana del Rey, también anunció su presencia. A sus 71 años, lo mismo le da AC/DC (sí, estuvo allí) que Camilo Sesto.
Después del traspié Camilo mostró su planta. Se vistió con un pantalón de cuero negro, una chaqueta de ante del mismo color y una pajarita de la que pronto se desprendió. La consigna del concierto fue: como en el 78. Y se intentó a conciencia: una orquesta de 17 músicos y tres coristas con esos "la-la-la" tan setenteros, el público lanzando rosas, la pantalla proyectando velas mientras se sucedían las baladas... O sea, como en el 78, pero sin patillas y más hortera. Y sin la voz de entonces. Valiente, Camilo no rehuyó las florituras vocales.
El pundonor le hizo aguantar hasta el final, en un concierto que planteó duro, de más de dos horas. Fresa salvaje sonó rotunda, quizá la que más. Llegó a arrodillarse Camilo, ¡como en los setenta!, y salió de la aventura con los ligamentos intactos. Exhausto, para el final dejó Vivir así es morir de amor, Perdóname y Algo de mí. Hoy vuelve a comparecer en el mismo lugar y con todo vendido.